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De regreso a casa, concluida la jornada laboral, contemplo muchas noches una escena que se repite con demasiada frecuencia: un ‘sin techo’ cobijado entre cartones y tumbado en el suelo de un cajero automático de una céntrica entidad bancaria. Seguro que muchos de ustedes han visto también alguno en las frías noches invernales. Los llamados ‘sin techo’ son la prueba, en su máxima expresión, de que en esta sociedad algo estamos haciendo mal. Esta semana conocíamos los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del año 2010 en España, donde el 20,8% de la población está por debajo del umbral de la pobreza relativa (para un hogar de 2 adultos y 2 menores de 14 años es de 16.475 euros); tres de cada diez hogares manifiestan llegar a fin de mes con dificultad o mucha dificultad y el 36,7% de los hogares afirma que no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos. La ECV, más allá de la mera nota estadística, atesora una valiosa información sobre cómo vive la población residente en España, por aportar datos relativos a la situación económica de los hogares, a sus ingresos, a sus carencias, al empleo, la vivienda y sus costes asociados, las pensiones, etc. Conocemos a través de esta encuesta que el porcentaje de hogares que tiene retrasos en los pagos a la hora de abonar gastos relacionados con la vivienda tales como la hipoteca o el alquiler, los recibos de gas, electricidad, agua, comunidad, etc. ha pasado del 4,7% en 2005 al 7,7% en 2010. No pretendo con estas líneas remover conciencias, allá cada cual, pero sí una llamada de atención a los gobernantes del conjunto de administraciones, desde la más global, hasta la más local, para que en sus presupuestos y políticas de acción prioricen actuaciones que realmente repercutan en el día a día de los ciudadanos y en su bienestar y calidad de vida.

 

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